04 September 2010

Benedicto XVI, Sida y uso de condones




El Caribe es la segunda región del planeta con la más alta seroprevalencia de sida. Haití ocupa el primer lugar en la zona, República Dominicana, el segundo. El África subsahariana tiene la seroprevalencia más alta de todos. En mi calidad de ciudadano de la isla que tan sólo es superada por el África subsahariana en tan escalofriante realidad epidemiólogica, me siento moralmente obligado a referirme a las declaraciones formuladas por Su Santidad, Benedicto XVI, sobre el sida y el uso de condones, antes de aterrizar en Yaundé, capital de Camerún. Guardar silencio ante lo afirmado por el Papa, traicionaría, creo, no sólo mi condición, ya referida de dominicano, sino mis convicciones sobre el compromiso del bioeticista con los seres humanos de la sociedad a la que pertenece.

Max Weber, en una conferencia dictada en 1919, con el título de El político y el científico, decía que : toda acción éticamente orientada puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí e irremediablemente opuestas: puede orientarse conforme a la ética de la convicción o conforme a la ética de la responsabilidad. Para Weber, el individuo que se guía para actuar por las convicciones lleva a cabo sus acciones en base exclusivamente a sus principios y convicciones morales .En contraste con el que se atiene a la ética de la responsabilidad, que, adecúa sus actos a las consecuencias que estos puedan provocar. Difiero del autor en lo de irremediablemente opuestos de estos dos cursos de acción, pues la refutación del planteamiento papal se corresponde con ambas modalidades del acto ético. Por convicción ética, sus declaraciones sobre el sida y el uso del condon son un absurdo y, por atención a la responsabilidad de sus consecuencias, de ser suscritas por fe, serían sencillamente devastadoras, por contribuir al incremento atroz de la pandemia del sida.

El sida no se superará con la distribución de preservativos, una afirmación totalmente correcta y que corresponde a la primera parte de la declaración de Su Santidad, quien a seguidas agregó: que, al contrario, agravan el problema, con lo cual entró en el ámbito del absurdo al plantear que a mayor uso de condones, mayor cantidad de enfermedad. Tésis esta que va en consonancia con la encíclica Casti Connubi, de 1930, obra de Pio XI, que declara el total rechazo de la iglesia católica de los métodos artificiales de control de la natalidad, como recordó ayer, Federico Lombarda, portavoz de la Santa Sede, que alegó, en apoyo de la declaración papal, que la contracepción era una ofensa contra las leyes naturales y de Dios. Afirmación irrebatible, en la medida en la que pertenece al orbe etéreo de la fe, donde de lo primero que se prescinde es de pruebas para sustentar las afirmaciones. Dicho de otro modo, Su Santidad, se maneja dentro de un contexto en el que basta para creer en algo con la mera autoridad de quien lo afirma. Donde la argumentación, la deliberación o el interés en la evidencia empírica para dar soporte a lo dicho son innecesarios.



Pero, resulta que cuando Benedicto XVI afirma que, en su opinión, el sida sólo puede combatirse con ¨fidelidad¨ y ¨castidad¨, o que el uso del condon agrava el problema ya no está caminando dentro del orbe de las verdades reveladas, en el que es posible descartar la incomodidad de recursos lógico-matemáticos o experimentales para dar fundamentación a las conclusiones. Ya ha traspasado el peligroso umbral, cuando se expresa en estos términos, de lo fáctico y de lo contrastable – falsable diría un popperiano- que es una parcela de la realidad en la que sí hay que pertrecharse de bases de sustentación para lo que se procura afirmar. Y, para desgracia de su planteamiento, los ensayos clínicos llevados a cabo hasta el momento refutan completamente su aseveración. .Lejos de afirmar que ocurra un agravamiento del problema, como él declaró, hay más de un 80 por ciento de reducción en la transmisión del virus de inmunodeficiencia humana, VIH, con el uso del condon. Este dato es perfectamente comprobable si nos remitimos al estudio de Weller S C, Davis-Beaty K Condom Effectivness in Reducing Heterosexual HIV Transmisión del 2002. Por el contrario,la apelación a la abstinencia, equivalente de la castidad dentro del pensamiento del clero católico, cuyo impacto sí ha sido evaluado en ensayos clínicos auspiciados por el Banco Mundial por Underhill K, Operario D, y Montgomery P en el 2004 bajo el título de Abstinence-only Programs for HIV Infection in High Income Countries no han sido concluyentes ni permiten concluir,como afirma el Papa, que la abstinencia tenga un impacto positivo sobre la solución de la pandemia del VIH y el sida. -Bibliografía disponible en la prestigiosa biblioteca médica virtual The Cochrane Database of Systematic Reviews 2009 Issue 1 -

En resumidas cuentas, pienso que sería horroroso que en un país como el nuestro con unas perspectivas epidemiológicas tan graves con esta pandemia pasemos por alto unas declaraciones tan desafortunadas de parte del representante de una institución de tanto ascendiente sobre sus seguidores. Más aún, por las implicaciones que, en términos de credibilidad tiene una figura como él, sería poco menos que irresponsable no oponer razones bien fundadas a estos dislates, que, de ser aplicados traerían funestas consecuencias sobre nuestra población. Respeto la diversidad de credos y de opiniones connaturales a la sociedad contemporánea, pero no por ello admito que por apego a dicho respeto se dejen de colocar las ideas en su debido lugar. Una cosa es el venerable ámbito de la fe, pero otra no menos respetable es el de la ciencia cuyas reglas son muy claras, por lo que es inaceptable que estas se transgredan en nombre de ninguna fe, sin desmedro de ambas. Peligro no remoto, baste recordar el triste episodio de Galileo en pleno Renacimiento. Por último, desde la perspectiva de la bioética, y por qué no, de la ética social, estas cuestiones debidamente debatidas nos benefician a todos al evitarnos repetir experiencias que nadie quisiera recordar.

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